Una de la consecuencias de la hegemonía
política y militar de Roma sobre el resto de ciudades del Lacio fue la de
convertir el habla de los romanos en lengua literaria, y como tal recibió una
doble influencia: por una parte, la de los documentos oficiales, el estilo de
los discursos del Senado y la práctica del derecho; por otra, la tradición
literaria oral, representada por los cánticos rituales, los epitafios y las
farsas populares. A todo ello habría que añadir la influencia helenizante: Livio
Andrónico, el primer poeta latino, era
de origen griego (nacido en Tarento, la Magna Grecia). La prosa latina tomó
auge con Cicerón, César, Salustio y Terencio, y la poesía con Catulo, Ovidio y
Horacio. A ellos el latín clásico les debe una labor de pulido de la lengua.
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